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Identidad


El mexicano y su laberinto

Debo advertir que este trabajo lejos de ser un ensayo, podría considerarlo una proyección, ya que al perderme en este laberinto, me encontré con que yo soy ese mexicano, soy yo quien no se atreve a verse a un espejo, soy yo ese retrato aun vivo después de 60 años de haberlo escrito Octavio Paz. Los primeros cuatro capítulos del libro “Laberinto de la soledad” son los temas a tratar, sin servilismos, sin idolatrías, simplemente me permití que fluyeran las palabras, lo que alcance a descifrar de esta obra. Es interesante ver dos aspectos, el primero, el mexicano como individuo y el segundo, el mexicano o mexicanos  como grupo social, como estos comportamientos tan peculiares nos han marcado desde la conquista española y como ese sentimiento de ultraje nos a perseguido durante años y no nos ha permitido despertar del letargo que hoy nos absorbe, no nos a permitido darnos cuenta que podemos abrirnos y dejar de aferrarnos a esa soledad que amamos, porque esa soledad no nos persigue, nosotros la buscamos, la acosamos, la gozamos simplemente porque somos mexicanos, no existe otra explicación. Dejadme pues comenzar este escrito.
Describir al mexicano desde fuera a sido una practica común de algunos escritores de procedencia latinoamericana, Octavio Paz hace una reflexión exquisita y nos deja ver como el mexicano es triste, sarcástico,  desconfiado de si mismo, de sus propias capacidades, a diferencia del güero, alegre, seguro de si mismo, a quien no le interesa mas nada que su propia comodidad. Al mexicano le gusta sufrir y le gusta ver sufrir, lo disfruta, lo goza, se siente bien en su inmundicia, en su impotencia, tal vez es su forma de justificar su pereza, por eso el mexicano se emborracha para confesar que tiene miedo, por eso se echa a dormir. El mexicano quiere todo fácil, quiere ganar mucho y trabajar poco, quiere un titulo pero no quiere ir a la universidad, y no es que reniegue de mis raíces, por el contrario, solo que no estoy seguro que la historia que me han contado sea verdadera, a veces pienso que seguimos dormidos, y cuando despertemos veremos una verdad sencilla, veremos a esta gran nación, como lo que es, llena de gente rica en cultura, en valores, en ideas, que no se agacha, que no desconfía, que no olvida, que no miente, que no tiene miedo. Quiero ver al México que ama la vida, que respeta la muerte, quiero ver a un México verdaderamente libre,  dicen que cuando soñamos que soñamos esta próximo el despertar.
El mexicano tiene una mascara para cada ocasión, para ocultar su tristeza y hasta para ocultar su alegría, para que cuando se vea ante el espejo no se vea a si mismo, es su forma de mentirse, de conservar su integridad, su dignidad, porque tiene miedo de si mismo. La mentira es su mejor mascara, porque con ella puede abrirse, con ella se puede enamorar, con ella disimula. Para el mexicano no esta permitido abrirse, “rajarse”, porque de esta manera es penetrado, es vulnerable,  aunque a su vez esta vulnerabilidad es también una mascara, nos hemos perdido entre la infinidad de caras que mostramos, que ya no distinguimos de la real, por eso, no sabemos quienes somos, por eso, no podemos definir la palabra identidad, tal vez ni siquiera somos mexicanos, solo creemos serlo. Sin embargo a la mujer mexicana se le a impuesto una mascara, la respetamos para de esta manera sujetarlas e impedirles que se expresen, que se abran, porque la mujer se abre por naturaleza y el mexicano lucha contra su propia naturaleza y simula. ¿Que pasara cuando el mexicano aprenda a expresarse, a abrirse, a quitarse esa mascara y mostrar verdaderamente quien es, un mexicano con ideas, con fortaleza, que es triunfador y que no se conforma? Al mexicano le gusta salir de la adversidad para sentirse héroe, por eso idolatramos a El Santo, porque con el nos identificamos, porque de esta manera podemos ser, sin mostrarnos.
La fiesta, el escape perfecto, la embriaguez de los sentidos convierte al mexicano en un ser indestructible pero a su vez destructor, “esa manera explosiva y dramática, a veces suicida, con que nos desnudamos y entregamos” –menciona Octavio Paz-. Y simplemente no es que el mexicano intente descubrirse, sino mas bien escaparse de si, esa manera peculiar de olvidarse a si mismo, una vez al año, con gritos, canciones, llanto y desenfreno. No es otra cosa mas que su manera de quitarse la mascara, su manera de confesarse, de abrirse, solo así es permitido, solo así es romántico, solo así desahoga su furia y su represión. Desafía la muerte, no porque no le tema, sino porque le es indiferente, a causa de su indiferencia por la vida, si desprecio mi vida ¿para que seguir viviendo? prefiero la muerte, el mexicano siente nostalgia por la muerte, porque de ahí viene.  A diferencia de nuestros antepasados los Aztecas quienes vivían en comunión con su entorno, el mexicano intenta vivir en comunión consigo mismo, sin importarle su entorno, por eso desprecia la vida, por eso se burla de la muerte. El mexicano ha olvidado el ciclo cósmico de la vida, la muerte y la resurrección y ha convertido su existencia en un letargo eterno. El mexicano sigue dormido y sueña con fiesta para olvidar que esta vivo.
El mexicano es hijo de una violación, de la conquista, es un hijo de la chingada, como menciona Paz en su laberinto. El mexicano (y con mexicano me refiero al hombre y la mujer de nacionalidad mexicana) no a perdonado a la mujer que se dejo conquistar por el español, a la mujer que permitió ser violada, por eso somos hijos de la chingada, por esa apertura, por esa rajada. Tal vez las secuelas psicológicas que dejo dicha violación no han permitido que deje su miedo a ser, que en secreto sigue cuidando. Por eso el mexicano chinga, para no ser chingado, por eso el hombre somete aludiendo ser tu padre, por eso la mujer castra, recrimina, consuela y sufre, porque es una madre violada. El mexicano no se permite conocerse a si mismo, porque no quiere o porque no puede, cualquiera que sean sus motivos, es importante que el mexicano sepa que no es chingón y que no lo quieren chingar, el mexicano debe entender que puede abrirse, expresarse, soltarse y gritar que es libre, gritar que es hijo de su madre, que es hijo de una mujer que por voluntad propia se abrió al amor, a su sexo, a sus pasiones y que nunca fue mancillada, así el mexicano podrá ser, podrá curar sus miedos y sus tristezas.
Son pocas mis palabras para expresar cuanto impacto ha dejado en mí esta obra, tal vez mi miedo a abrirme, mi miedo a expresarme, no me lo permite, o quizás, simplemente es porque soy mexicano, y por tal motivo digo poco y me guardo mucho, para no ser chingado. Al nacer llegamos al mundo sin mascaras, puros y libres. Nuestra madre, nuestro padre, nuestra familia nos empieza a llenar la mochila de mascaras desde pequeños, para cuando somos adultos, llevamos tanto equipaje en la espalda, que nos dificulta prácticamente caminar y respirar. Nosotros mismo no nos permitimos aligerar la carga, por lo contrario, nos chingamos unos a otros y conforme vamos chingando, seguimos llenando la maleta. Lo curioso es que seria muy complicado pararte frente a las masas y decirles en que estamos mal y como podemos mejorar, el cambio, creo yo, debe ser interior, solo para mi para poder tirar unas cuantas mascaras debes en cuando y permitir que mi descendencia se llene de las menos mascaras posibles, para que el mexicano pueda despertar y descubrir que no nació para desear morir, para sufrir, para ser humillado, sino todo lo contrario. El mexicano tiene que dejar de escapar de si mismo, el mexicano debe emborracharse por alegría, el mexicano debe salir de su laberinto de soledad y andar por un camino recto, orgulloso de ser mexicano.
Anuar Figueroa
Bibliografía
El laberinto de la soledad
Octavio Paz 

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Mi identidad



Perdona si me perdí, disculpa aquel momento en el que te negué, se que tal vez no lo creas, pero no fue mi culpa, no sabia lo importante que eras y lo que me hacías falta.
Sin embargo, de alguna manera extraña pero efectiva pusiste algo en mi que perdura, que es mas fuerte, que no perece o muere por una marquesina brillante o un bélico bombardeo de propaganda amarillista, propaganda que no se cansa de decirme que estoy bien sin ti, que no me haces falta, mientras mi México con un grito desgarrador me dice, “mexicano falto de identidad” lloro, grito, corro hasta el cansancio, por que duele, por que escojo no ser, escojo no ser lo que el imperialismo espera que sea y curiosamente al no ser, estoy mas cerca de ti, cerca de mi verdadero ser, escojo no creer, por que hoy se que todo fue mentira, y lo que verdaderamente importa, es lo que me identifica con mi país, con mi nación, con mi gente. No me importa tener que ir contra corriente, para encontrarte, no me importa romperme las manos para sacarte de esa fosa en la que te metieron, escarbare con dudas, con ganas, sueños e ímpetus, escarbare, y te juro que esto que ya comenzaste en mi, no terminara sin ti, no terminara sin identidad.

Cèsar Pineda